Antiguamente llamada Carlsbad, la actual Karlovy Vary se encuentra al este de la República Checa y es una ciudad famosa por sus manantiales y los balnearios curativos.
La parte de los balnearios, que es la más turística, está totalmente separada del resto de la ciudad, muy cerquita, en un valle entre montañas donde surgen las fuentes con diferentes temperaturas.
Karlovy Vary es ideal para pasear, admirar la arquitectura tan bien conservada, descubrir sus manantiales y si eres atrevido comprarte una jarrita y sorber el agua con sabor metálico.
Según nos contó una chica, cada una de las fuentes tiene unas propiedades curativas que los doctores de la zona te sabrán recetar, se han de sorber en movimiento y cuando se enfríe el agua.
Las fuentes se encuentran protegidas por las columnatas, de diferentes estilos.
Como nosotros no nos fiábamos un pelo, mejor dejamos el tema de las jarritas para los expertos y nos dedicamos a hacer fotos y deambular por el pueblo.
Para comer nos guiamos por tripadvisor y nos metimos en un local un poco alejado de las calles principales, demasiado turísticas para nuestro gusto, y acertamos de pleno. El nombre impronunciable era Restaurante U KŘÍŽOVNÍKŮ, nuestra primera comida típica checa nos supo a gloria, el goulash, pato asado, ensalada de salmón y rica cerveza. Todo muy bueno y muy agradables en el trato.
Restaurante U KŘÍŽOVNÍKŮ |
En Karlovy debéis comprar los famosísimos spa wafers que encontrarás en puestecillos por las calles, tiendas de souvenirs, supermercados....
También es muy famoso el licor de hierbas Becherovka, ya que puedes visitar la fábrica que se encuentra muy cerca, aunque a nosotros no nos dio tiempo.
Subimos en el funicular (se coge en un lateral del Grand Hotel Pupp) y los billetes se compran en la misma estación, hasta la Torre Diana.
Una vez allí, la torre tenía ascensor y no tuvimos que pagar, un lujo como comprobaríamos unos días después, donde casi había que pagar por respirar en cada monumento de Praga. El recepcionista nos había aconsejado bajar del mirador paseando por el bosque, ya que dispone de mil senderos, pero como la aventura no es lo nuestro, nos perdimos y acabamos dando un rodeo inmenso. Nos sirvió para ver a estos chirillos en acción.
También visitamos la fábrica de cristal Moser.
Es un sitio muy original para ir. Quien disponga de suficiente dinero, mucho dinero, entonces su tienda es perfecta para comprar souvenirs.
Son auténticas joyas de cristal expuestas en un museo, donde se aprecian los cambios sociales a través del diseño de las cristalerías, jarrones y demás enseres.
Se puede entrar con visita guiada a la fábrica donde ver la elaboración artesanal del cristal. A mi esto me dio un poco de vergüenza, los obreros trabajando el cristal y nosotros haciéndoles fotos, pero bueno, es parte del tour y allí que entramos. Al salir pasarás por la tienda, que parece otro museo de lo espectacular que es.
Tienda Moser |
En vez de ir en coche a la fábrica Moser, nos recomendaron el bus, que iba directo hasta un centro comercial que hay junto a la fábrica y así nos hizo una especie de paseo guiado por la parte moderna de la ciudad.
Nos alojamos en el Hotel Atlantic Luxury Spa, muy bien ubicado y con unas vistas fantásticas. Sobre todo, el servicio de diez y encantadores.
Otro hotel totalmente recomendable es el Gran Hotel Pupp, donde grabaron escenas de James Bond de la película Casino Royale.
Fuimos a probar sus famosos postres en el Café Pupp y a cotillear su lobby, todo cubrió nuestras expectativas.
En general en la parte balneario se respiraba lujo y tranquilidad, nos encantó el pueblecito.
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